¿Jugamos a aprender?
Los niños necesitan jugar, es imprescindible para un buen desarrollo cognitivo, motriz, emocional y social. También necesitan aprender para llegar a confeccionarse como adultos auto suficientes. Pero ¿pueden jugar y aprender al mismo tiempo? Acaso ¿aprender es divertido?
De los productores de “No hay manera de que mis hijos se sienten a estudiar” y de “Si le dedicaras la mitad del tiempo al estudio de lo que se lo dedicas al juego sacarías unas notazas”, os proponemos una nueva película: “Aprendamos jugando”.
A menudo, padres y educadores buscamos estrategias y herramientas para motivar a los chicos con el estudio, sin darnos cuenta de que ellos mismos nos están dando una pista. Porque, ¿hay algo que nuestros pequeños y no tan pequeños hagan de forma más natural que jugar? ¿Cuántos de vosotros habéis tenido que obligar a un niño a jugar?
El humano, al igual que muchas otras especies animales, adquiere sus habilidades y capacidades más básicas con el juego, ya desde la cuna, y algunos autores aseguran que desde el vientre materno. Los bebés comprenden el mundo a través del juego y eso es así hasta cierta edad en la que decidimos que es el momento de enfrentarse a los aprendizajes de una forma “más seria”. Enseñamos a hablar, a comer y a caminar, jugando, pero cuando llega el momento de aprender la lectura o el cálculo mental, pensamos que esto ya no es posible.
¿A qué llamamos juego?
Se trata de un concepto muy subestimado por adultos y niños que, generalmente, creen que “sólo” están jugando cuando en realidad lo que están haciendo es interpretar y/o ensayar habilidades útiles en la vida cotidiana.
Existe una diferencia entre “juegos” y “juego”. Los juegos son la manera concreta y visible con que la sociedad y la cultura entienden su forma de jugar. “Juego” es una actitud, una manera de afrontar la vida. Es una actitud libre, gratuita y placentera para los niños. Lo importante no son los juegos o juguetes, sino el juego.
“Juego” es una actitud, una manera de afrontar la vida
El juego procura al niño placer y satisfacción, al tiempo que favorece el desarrollo intelectual, en la medida en que necesita poner en marcha el lóbulo frontal para tomar decisiones relativas al juego, usar la memoria de trabajo, etc. También le ayuda a nivel afectivo, ya que supone la posibilidad de expresar emociones, liberar tensiones físicas y psíquicas; y es imprescindible para su desarrollo social, pues le permite expresar sus miedos, angustias y preocupaciones, a través de la interacción, y gestionarlas mediante la ejecución del juego.
En general, podemos decir que el juego:
Es placentero y divertido.
Tiene como motivación y finalidad él mismo: motivación intrínseca.
Es espontáneo y voluntario: actividad libre.
Implica cierta participación activa por parte del jugador.
El niño lo toma como algo importante, serio: a menudo las alegrías y penas de los niños parecen pequeñas a nuestros ojos.
Está próximo a la semi-realidad, especialmente el juego de ficción.
Propicia la creatividad.
¿Cuál es el mejor tipo de juego?
Aquél que no pone límites a la imaginación del niño, aquél que le estimula, aquél que le hace feliz. Porque el aprendizaje de los niños es más efectivo cuando estos son felices. Einstein dijo que “la lógica te puede llevar del punto A al punto B, pero la imaginación te puede llevar a cualquier lugar.”
El juego es el mejor modo de estimular la creatividad del niño, siempre que sea libre y dejemos que se exprese sin miedo al fracaso y sin correcciones. El juego emociona y no hay mejor aprendizaje que aquél que surge de un cerebro emocionado.
¿Qué pautas debe seguir el juego de nuestros niños?
La única pauta que debe estar siempre presente es que sea una actividad con la que los niños disfrutan. Es importante recordar que ningún reforzador es universal y no todos los niños disfrutan con las mismas actividades.
El juego emociona y no hay mejor aprendizaje que aquél que surge de un cerebro emocionado
Por otro lado, también es importante asegurarnos de que:
El niño pueda expresarse libremente, es el momento de investigar y de equivocarse, es un entrenamiento para la vida real.
Favorezca la participación, la convivencia y la relación social.
Esté relacionado con sus intereses y motivaciones.
Las actividades sean cortas y cambiantes para mantener su atención activa.
Fomente la creatividad.
Cuando el cerebro del niño entra en modo juego es capaz de hacer las cosas mucho mejor, porque no es lo mismo “resolver ecuaciones en un cuaderno, que ser un agente secreto que tiene que descodificar todos los códigos que encuentre antes de que la bomba estalle”.
¿Qué os parece… ¿jugamos?
Dra. Rosabel Rodríguez
Directora del Programa de atención a las Altas Capacidades Intelectuales (PACiS)
Fuente: http://www.menudafamilia.com/aprendemos-jugando/